Estaba escuchando música aleatoria y de repente: ¡ZAS! Me golpeó. La canción "Santiago" de Fredi Leis. ¡Buah! No hay nada como un acorde para que te invada la morriña a quemarropa. Lo primero que hice, obviamente, fue llamar a mi amigo "El Peixiño" mi camarada de mil batallas compostelanas. La canción es un temazo, pero sobre todo es una máquina del tiempo directa a la Compostela de nuestros veinte años.

Hubo conciertos míticos en la Sala Capitol, Eladio el de los "Seres queridos" aún esta buscando su sombrero.

Pelazo Ondulado y la Ruta de la Locura
Si te digo que en mis años mozos hice de todo en Santiago, me quedo corto. He dormido donde me pillaba (residencias, pisos...), he montado fiestas de leyenda y sí, he cerrado más "pafetos" de los que mi hígado querría recordar.
Hubo conciertos míticos en la Sala Capitol, Eladio el de los "Seres queridos" aún esta buscando su sombrero.
Hasta una noche que acabé... bueno, digamos que la anécdota del diente de Saviola la dejamos para la siguiente ronda de cañas. Y sí, pisé alguna facultad, aunque nunca he estado matriculado en carrera alguna.
La peregrinación comenzaba cada viernes. Después de la semana en el astillero de Rodman, me duchaba, me peinaba, sí, aún tenía mi pelazo ondulado y me iba a por Tucho, el mejor jugador del '79 que ha visto un campo de fútbol.
Nuestro destino: Santiago. Allí nos esperaban el piso de Cabasos y el de Balbi. Fiestas que se estudiaban, pero nunca se suspendían.
La Policía, El Presidente y "Moaña Entera"
¿Reglas? ¿Qué es eso? En aquellos pisos, la única norma era no tenerlas. Recuerdo presidentes de la comunidad llamando a la puerta, mientras nosotros, como coro profesional, coreábamos: "Que bote el presidente". Las quejas de vecinos eran el soundtrack de la noche. La policía, directamente, nos saludaba por nuestro nombre. Televisores rotos... éramos dinamita pura.
La ruta nocturna tenía sus paradas sagradas:
- El Orense: Un clásico en la zona vieja, ambiente Di Stéfano.
- "La Gramola": El bar sin nombre que siempre será "La Gramola" por esa vieja máquina tragamonedas de canciones. ¡Cuánto dinero y cuántos himnos cayeron allí!
- El Triángulo Mágico: Retablo, Apolo...
- El Liberty: El remate final. El sitio donde nos creíamos los reyes del Mambo y donde, sí, alguna vez me tocó llevar a algún campeón olímpico a dormir la mona.
Nunca había un plan B para el final, solo una certeza que gritábamos a pulmón: "¡Moaña entera se va de borrachera!"
